SOMOS
LA ALEGRÍA
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Cuándo Zaratrustra tenía 30 años, dejó su casa y el lago que había junto a ella y subió a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad, y durante diez años no se cansó. Pero finalmente, se produjo un cambio en su corazón y una mañana, se levantó en la madrugada, se colocó delante del sol y le habló así: Gran estrella ¿ qué sería de tu felicidad si no existiesen aquellos para quienes brillas? Durante diez años tu viniste a mi caverna: tú te habrías cansado de tu luz y tu jornada, si mi águila, mi serpiente y yo no hubiésemos estado esperándote. Pero cada mañana te esperábamos y recibíamos tu luz, y te bendecíamos por eso.
He aquí que estoy cansado de mi sabiduría, como una abeja que ha hecho mucha miel: necesito manos extendidas que la reciban.
Pero para eso, tengo que descender a las profundidades, cómo haces tú, por la noche cuándo te sumerges en el mar…
Como tu yo también debo descender
Vuelca pues la taza que desea vaciarse de nuevo”
Como dice Alves, La felicidad comienza con la soledad, una taza que se deja llenar con la alegría que emana del sol…pero llega un momento la felicidad solitaria es dolorosa…Llegó la hora de una alegría mayor: la de compartir con los hombres y mujeres la felicidad que vive en él… Zaratrustra, el sabio, se transforma en maestro, pues ser maestro es eso: Enseñar la Felicidad.
– Ah! Replicaran los profesores- la felicidad no es la disciplina que enseño. Enseño ciencias, enseño literatura, enseño historia, matemáticas… ¿Pero no será que vosotros no percibís que esas cosas que se llaman disciplinas y que tenéis que enseñar, no son más que tazas multiformes de colores, que deben estar llenas de alegría? Lo que vosotros enseñáis ¿no es un deleite para el alma? Si no lo fuese, vosotros no deberíais enseñar. Y si es así , entonces que aquello que reciben, vuestros alumnos, sientan el mismo placer que recibís vosotros.